09 febrero 2007

Las Cabras

Juan José González Martínez
LAS CABRAS

Pastaban unas vulgares, inéditas y pacíficas cabras en un prado cualquiera de nuestras muchas montañas existentes; el día era tranquilo y apacible, era una pacífica mañana de sol, lluvia y arco iris, apenas si hacía vientecillo. Al lado de dichas cabras había un cartel de publicidad que venía a decir así: “ Querida masa social que me escucháis en este programa municipal, he llegado a la conclusión de que nuestros actuales gobernantes no nos comprenden lo más mínimo, ya sé de sobra que ésto es un cartel de publicidad, que se utiliza para hacer negocios, pero para este anunciador, hay pocos negocios como el de reflexionar. Seguramente los anglosajones me colgarían del palo mayor al ofender su mercantilismo, pero entre tanta comedura de tarro se van formando más y más bancos y cajas de ahorro que garantizan la continuidad del sistema. Los bancos deberían ser puentes al tercer mundo dedicados a infraestructuras. Para dar más aun con la mediocridad, los bloques políticos opositores graznan para hacerse con el poder algún día y enriquecerse, y si en el camino surge algún humorista o entretenedor de masas, nos lo cargamos alegando que no tiene carisma o calidad suficiente. Hay algunos que intentan pruebas genéticas extrañas, y hasta otros intentando hacer cosas diferentes como ésta, se dedican a actos altruistas y generosos, ¡Ay de éstos!, serán calificados como Cabras, y bien, pienso yo que las cabras a veces se han de disfrazar de masa social para invitar a más supuestas y camufladas cabras a pastar con ellas en su monte, con la simple y llana intención de que allí algún día no instalen una central nuclear, una fábrica de armamentos o una cadena privada de televisión para telenovelas ácidas.”
Toda esta réplica social, escrita en un cartel de veinte por veinte se hallaba en medio de un prado, ocultaba la vista del atardecer, y para ser instalado, había sido preciso talar unas encinas.
Y ya os digo, era un precioso y tranquilo día de lluvia y arco iris, en el que unas cabras en el prado simplemente se ocupaban de comer hierba y de dormitar tranquilamente.
El Sol volvería a salir al día siguiente como siempre, aunque no sabemos por cuanto tiempo.

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