08 febrero 2007

Cuento de "Los Enigmas de Disten"

Juan José González Martínez
MÚSICA Y PUESTA DE SOL

La ciudad de las murallas tenía la particularidad de unos veranos muy calurosos, en los que era casi obligatorio el deporte de la siesta.
Salvo en contadas ocasiones, y protagonizadas todas ellas por unos contadísimos “locos”, casi nadie se ponía a la intemperie, y mucho menos se aventuraba en esas fechas, y a esas horas, por montes y caminos.
Mi personalidad pasó por todas las etapas posibles, las del “sesteo”, alguna vez la locura de la aventura extrema (mediodía por los encinares y berrocales); incluso experimenté alguna de las típicas insolaciones extremeñas (que tardan de 3 a 4 días en recuperarse del todo).
Pero aquel día que os cuento, nada extraordinario había programado, así que a falta de sueño, me dediqué a descansar tumbado y escuchando música relajante (este dato es muy curioso, al final de la historia veréis el porqué).
A eso de las seis de la tarde sonó el teléfono, al otro lado una voz amiga del grupo de la “Herboristería Mágica” que regentan Mari Cruz y Sergio con tanto gusto y encanto. La misma me animaba a dar una vuelta por la Ermita de la Montaña, para posteriormente pasear por los castaños de la Sierra de la Mosca, y acabar en el “chino” como era costumbre habitual. Al pensar en el memorable plato que preparaban allí, “Pato Pekín”, cualquier otro dato quedaba en segundo plano, se trataba de una jornada estupenda para un viernes de esos que se califican como “anodino” (si es que un viernes puede ser anodino).
El paseo por los castaños del final de la Ermita de la Montaña, a la postre no fue menos espectacular que el “Pato Pekín”, nos dedicamos a respirar y a disfrutar oxígeno del puro, entre otras cosas porque la tarde había refrescado y el verano se tomaba una ligera tregua.
A última hora, en la pequeña plazoleta de la Ermita de la Montaña, y con la preciosa ciudad de Cáceres al fondo, observamos que el Sol nos estaba otorgando sus últimos saludos, no hizo falta decir nada, en perfecta sincronización nos quedamos a ver dicho atardecer.
Los atardeceres de la Ciudad de las Murallas son sencillamente espectaculares, con un rojo al que pocos pintores pueden imitar en su intensidad y pureza. Aquella tarde el disco del astro rey pasó de amarillo a naranja en minutos, y del naranja a un rojo bermellón muy especial que iluminaba la parte medieval de la ciudad.
Entonces fui al coche (apenas a unos cinco metros), abrí las ventanillas del mismo, puse el contacto y elegí una cinta de Enya para la ocasión, música de la que suele merodear por mi vida, me imaginé que aquella puesta de sol, merecía una ambientación especial.
Pasaron algunas canciones, todas ellas bellísimas, y justo cuando el disco solar estaba a punto de adentrarse en el horizonte, comenzó a sonar “The sun in the stream” ( El Sol en el arroyo ), y exactamente, justo en el momento en el que el último rayo nos iluminó el rostro (algunos dicen que este rayo a veces se observa de color verde esmeralda), precisamente entonces, sonó la última nota de esta mágica canción.
La traducción de la canción, así como su sincronización con la puesta de sol, puede dar idea de lo que sentimos en aquel momento.
Cada cual que interprete lo que guste.
Yo particularmente, al igual que algunas otras personas, sentimos aquella tarde que nos encontrábamos conectados con el Universo.
Fuimos unos privilegiados.

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