08 febrero 2007

El Laboratorio

Por Garciaberciano
“EL LABORATORIO”.
- A las seis,... en el laboratorio. Mis últimos años de infancia estuvieron acompañados de tres personajes, algo más mayores que yo, a los que sigo teniendo en gran estima: Juan (hijo del señor Eliseo y la señora Manuela), Carlos “Culibrias” (hijo mayor de Julio el panadero) y “Dady” (el más dandi y guaperas de todos). La casa de la calle Gil y Carrasco donde vivía el señor Eliseo y la señora Manuela con una larga prole de buena gente (Ramón, Carmina, Lucy, Juan,.Tere y Merche) tenía un secreto que nosotros supimos aprovechar durante años: Una especie de granero incrustado entre el lagar de la bodega y el primer piso. Su acceso era (al menos eso me parecía a mí) algo complicado: había que subir por un entramado de vigas y “colarse” luego por una ventanuco de escasas dimensiones por el que había que entrar reptando. Dentro se encontraba un recinto de un metro de ancho, metro y medio de largo y un metro de alto. Un día me encontré a Juan en la plazoleta de don Pío y, de forma enigmática, me dijo: “he encontrado en mi casa un sitio para montar un laboratorio...¿quieres verlo?”. Desde entonces fueron muchas las tardes que pasamos allí, rodeados de algunas velas robadas en casa, montando petardos con clorato potásico machacado y mezclado con azufre, fumando los primeros pitillos (no había vez que no echara la “pota” por el ventanuco), charlando sobre lo divino y humano, imaginando lo que no se veía en las revistas y creyéndome, a pié juntillas, todas las “bolas” que el imaginativo “Dady” no paraba de contarnos ante el escepticismo de Juan y Carlos. El mote de este último, “Culibrias”, no era gratuito: Portero del Sparta, ágil como una gacela, éste tío (que decidió irse a ver mundo cuando todavía ninguno de nosotros había “cruzado El Manzanal” era el único que salía por el ventanuco con la cabeza por delante y, con una habilidad felina, se apoyaba con las manos en la primera viga para darse la vuelta y caer de pié dos metros más abajo. ¡¡¡Creo que todavía me duele la espalda de la costalada que me di en el único intento que hice por imitarle¡¡¡.

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